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La guerra atrae a los carroñeros. Fenalik es uno de ellos.

Historia[]

La ferocidad de las tribus nómadas escitas que vagaban por las tierras alrededor de los mares Negro y Caspio es bien conocida. Los antiguos griegos cuentan que acostumbraban a cortar la cabellera y a despellejar vivos a sus enemigos derrotados. Existió un jefe-sacerdote escita tan sanguinario que ni siquiera la muerte fue capaz de acabar con su malevolencia. Tres noches después de que su cuerpo fuera puesto a descansar, el jefe se levantó de nuevo, convertido ahora en un ser hambriento y bestial más terrible y poderoso que antes: un vampiro.

Durante miles de años, el ser que se convirtió en Fenalik cazó, acechando en los suburbios de la sociedad humana. Siguió el rastro de la Cuarta Cruzada, dándose un festín tras cada batalla. Sedefkar colgando de la muralla de Constantinopla, fue presa fácil. El moribundo confundió a la criatura con una visión del Ser sin piel y le habló del simulacro y de los pergaminos. El vampiro lo encontró todo y lo tuvo en su poder durante casi seiscientos años. Revestirse de la piel de otro degradaba la habilidad del vampiro para transformarse, pero a la vez le liberaba de la necesidad de volver de día a su ataúd. Esta capacidad de adoptar nuevos disfraces liberó al vampiro y le permitió libre acceso a todos los sitios. Comía bien, pero raramente mataba puesto que, así protegido, no tenía deseo alguno de crear nuevos congéneres suyos.

Cuando los cruzados volvieron a Venecia, llevando consigo el botín del saqueo de Constantinopla, el vampiro fue con ellos y permaneció allí doscientos años, seducido por la funeraria belleza de la Reina del Adriático, hasta que en el siglo XV decidió trasladarse. Sus viajes por Europa coinciden con una oleada de histeria religiosa y caza de brujas por todo el continente.

El vampiro se estableció en París, bajo el nombre de "conde Fenalik". Tenía el disfraz de un ser humano y los apetitos de un monstruo. Hacia finales del siglo XVIII tuvo una premonición de la pérdida de la estatura, pero desechó sus temores. Construyó una mansión en Poissy, en la linde del bosque de St. Germain, no lejos del Sena. Las fiestas que allí se celebraban se hicieron primero famosas y más tarde infames. Las autoridades acabaron por tomar cartas en el asunto, deteniendo al conde. Fenalik supuso arrogantemente que su posición y su influencia le pondrían en libertad en pocas horas, y se sometió voluntariamente al arresto, en su forma humana, siendo internado en un manicomio. Alejado de la estatua durante cuatro días, empezó a tener convulsiones, el monstruo salió a la superficie y algunos en el manicomio se dieron cuenta de lo que Fenalik era en realidad: un vampiro. Consiguieron atraparle en el sótano a base de oraciones y ajo (las oraciones no le causaron efecto alguno, pero el ajo logró inmovilizarle) y tapiaron la entrada. Debilitado por el ajo, sin el sacramento de la sangre y corrompiéndose por dentro al no ser capaz de realizar el Ritual de limpieza, Fenalik cayó en coma pero no murió, desapareciendo (temporalmente) a partir de ese momento de la historia del simulacro de Sedefkar.

El vampiro no murió, sino que permaneció, olvidado, en el oscuro sótano del Manicomio de Charenton. Sellado y olvidado en un sótano, Fenalik soñaba. Su cuerpo yacía sobre frías piedras, consumiendo mecánicamente arañas, caracoles, serpientes o ratas que se acercaban demasiado a su tremenda boca abierta. Soñaba con el frío, con un hambre que consumía al mundo y soñando, consumió sus propias memorias. Olvidó quién o por qué era. Se convirtió en un caracol, en una araña, en una serpiente, en una rata… puro instinto. Sin el Ritual de limpieza empezó a cambiar. Su cuerpo se retorció y desfiguró y la piel colgó de sus huesos como ropa holgada. Sus huesos se doblaron y su espalda se curvó hasta quedarse en un montón encorvado en el suelo. Fenalik durmió durante más de un centenar de años. Fue descubierto e inadvertidamente revivido por el director del manicomio. Putrefacto, retorcido, con un hambre enloquecedora, totalmente loco, al principio buscó ciegamente el simulacro pero ahora, una vez la sangre fresca le ha permitido rehacerse, ha recuperado su astucia.

Apariencia[]

En apariencia, Fenalik es en la actualidad una burla retorcida de un ser humano: un horror fetal y demacrado cuya piel apergaminada está cruzada por una red de cicatrices y venas anudadas, fuertemente tensada sobre sus huesos; brazos obscenamente largos, acabados en garras afiladas como navajas, cuelgan a uno y otro lado de su cuerpo. Pero su rostro es lo peor. Enmarcado por una mata de cabello sucio y anudado, las fauces de Fenaik sobresalen como un hocico, con labios finos que hacen poco para ocultar su insano aglomerado de colmillos que surgen de sus encías. Su nariz hace tiempo que se ha podrido, dejando tan sólo un pozo apestoso bajo la frente prognata. Lo que es más terrorífico, sus ojos saltones arden con todo el mal de sus años.

Fenalik es incapaz de moverse en el exterior a la luz diurna, puesto que la exposición a la misma le hace daño. Adecuadamente protegido, y especialmente si hay niebla o tormenta, podría ser capaz de hacer breves incursiones antes del anochecer o después de la salida del Sol.

Motivación[]

Los vampiros buscan burlar al reloj, lo mismo que hacen con las leyes de Dios y de los hombres. Si fuera capaz de conseguir el simulacro, podría circular por el exterior a plena luz del día. Los vampiros que respetaban una religión cuando estaban vivos podrían mostrar dicho respeto en su estado de muertos vivientes, pero la juventud de Fenalik es anterior a todas las grandes religiones monoteístas y los chamanes que conocía llevan mucho tiempo muertos. Ninguna moral o sentido social tienen efecto alguno sobre él. Como conde, Fenalik podría muy bien haber practicado el suave erotismo de que se tiene noticia con Drácula, Carmilla y otros. Quizá, si recupera el simulacro y la semblanza de humanidad, Fenalik vuelva a tales diversiones. De momento, caza para sobrevivir.

Historia alternativa[]

Otra historia sugiere que el origen de Fenalik no es escita, sino romano. El tribuno comites Tillius Corvus pertenecía a las Fortes Falcones, una legión de auxiliares, todos ellos veteranos de guerra. Corvus fue enviado a investigar con un puñado de sus mejores hombres una extraña plaga que se propagaba en las inmediaciones de la ciudad que estaría por ser nombrada Nova Roma Consantinopolitana, actualmente Estambul. Estando tan cerca el establecimiento de la nueva capital romana, el Maigster Milites decidió no arriesgarse a hacer caso omiso de lo que a sus oídos era poco más que superchería y encomendó esta misión al tribuno comites Corvus.

Al llegar al pueblo, el tribuno descubrió que una plaga asolaba a la población e incluso había infectado a algunos soldados romanos de la legión que estaba ahí apostada. Lo que no sabían es que la infección era de origen maligno, causada por cultistas que intentaban atraer al ser sin piel. Esta plaga hacía que una vez muertas las personas, su piel las abandonaba, convrtiéndose en temibles criaturas. Estos estaban fraguando un ataque en contra del pueblo para conseguir sacrificios para su ritual. Durante la noche, estas horribles criaturas lanzaron un ataque contra la legión que estaba. Corvus asumió el mando de los soldados que pelearon valientemente. Sin embargo, la única forma de contener la amenaza era encontrar al lider del culto y acabar con él. El tribuno tomó a sus hombres de las Fortes Falcones y marchó en lo que parecía una misión suicida. Afortunamente, fue capaz de detener el ritual, pero fue encontrado comatoso y bañado de sangre.

Corvus fue cuidado hasta su recuperación por su prometida, Eudocya. varios meses después, cuando despertó, celebraron su boda. Sin embargo, algo maligno se apoderó del tribuno, quien envenenó a sus invitados y asesinó a todos los asistentes, empezando por su esposa para luego desaparecer.

Fuente[]

  • La Llamada de Cthulhu: Horror en el Orient Express (juego de rol).
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