Sinopsis básica
Arabia, desierto
Este relato breve, incluido en la antología El habitante del lago y otros indeseables vecinos, fue descartado por August Derleth al decidir publicar la serie de relatos lovecratianos o pastiches escritos por Ramsey Campbell, y posee la singularidad de explicar la causa de la especial demencia de Abdul Alhazred, que murió despedazado por demonios invisibles ante testigos. Según menciona Campbell, "esa ciencia execrable no puede ser fruto de la mente de nuestros congéneres".
La narración viene a ser un informe emitido por un viajero que tiene a bien visitar el lugar de los hechos, y no sin padecer las consecuencias. Cuenta el autor de este documento que hacia 1930 se encontraba en Arabia y oyó por primera vez la oscura leyenda. Aunque interesado en lo preternatural se trataba de un viaje de placer; y es un camellero quien le cuenta por qué sus paisanos evitan cierto desierto extraño y melancólico situado hacia el oeste. También le explica que hacia el este existe otro vacio de arena donde se encuentran las ruinas de la embrujada Irem, donde Abdul soñó mórbidamente antes de componer sus infames versos.
La trasformación de Abdul
Irem, Ciudad de los Pilares
Pero se sabe que antes de este periplo hacia Irem, Abdul estuvo en otro lugar, y fue allí donde se operó en él un cambio terrible y que no pudo explicarse: se hablaba de un morador de las movedizas arenas del desierto occidental, algo que provenía de las estrellas y era mucho más antiguo que el hombre. La gente de la region evitaba ese arenal, pero ignorando las advertencias, el viajero, sumamente intrigado, se encamina hacia el desierto, donde percibe un paisaje digno de un sueño de opio: un sol espeluznante con una luz cobriza y una forma más ovoidal que esférica. Vislumbra en la distancia una franja opaca hasta que alcanza a ver unas extravagantes erecciones que resultan ser pilares.
- Campbell emplea aquí el término erecciones, que no aprobaba Derleth. Esto no fue corregido ya que el relato fue descartado como demasiado flojo. Ver Arkham House (comentarios editoriales).
Eran en total doce pilares de unos seis pies de altura cada uno. Monolitos cilíndricos labrados con una extraordinaria precisión en un tipo de roca translúcida, de una notoria dureza, sin señal alguna de erosión, y de una antiguedad indefinida. En cada pilar se había esculpido una cabeza, un plantel de malformaciones cósmicas; dos de los pilares mostraban una protuberancia informe y sin rasgos, donde los otros tenian cabeza. Uno de los pilares cincelado con mucha detalle mostraba una cosa gelatinosa y octópoda con numerosas gargantas abiertas... otro algo similar a una cabeza humana pero con el cráneo rebanado a la altura de las orejas. Cinco de las efigies eran aún más anormales y repugnantes.
El último pilar mostraba una cabeza totalmente humana, la de un árabe crispado por el pánico y el asco. Es entonces cuando repara en unas arcaicas inscripciones, dándose cuenta después de que no tenían signos de erosión. Más bien estaban incompletas.
Abdul Alhazred
Inmediatamente lee aquellos glifos y merced a algun ignorado residuo de las oscuras bóvedas de la memoria racial supo pronunciarlos. Al son de su exótica cadencia se produjo una visión desconcertante y fugaz: la estatua sin rostro sobre una inmensa llanura; bajo un cielo donde brillan nebulosas y galaxias, y mundos orbitando alrededor de una esfera negra, sin vida.
Y ahora sabía que el autor del Necronomicón no volvió a ser el mismo tras abandonar ese santuario de ignotas entidades, ya que poderosas larvas hospedadas en las efigies se hallaban prestas a poseer el espíritu de quien las invocase recitando los arcaicos versos.
- El relato está comentado de modo que no pierda especial interés su lectura, ya que se ha prescindido de detalles de forma y de fondo, que son sustanciales en la trama.